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La cara amarga del chocolate

El chocolate es seguramente uno de los productos preferidos de la mayoría de las personas. Los datos así lo corroboran: al año en nuestro país cada persona consumimos de media 3,6 kilos de chocolate y derivados del cacao. Los países de nuestro entorno también son muy chocolateros. De hecho, en la Unión Europea se consume el 40% del cacao producido en todo el mundo.

Sin embargo, si seguimos de cerca el proceso de producción de este dulce, desde el cultivo de cacao hasta que lo vemos expuesto en los establecimientos comerciales encontraremos una cara amarga. Podríamos hablar de la pobreza y la deforestación, pero con motivo del Día Mundial contra el Trabajo Infantil (12 junio) nos centraremos en esta problemática.

Según datos del Barómetro del Cacao, en África occidental, el trabajo de menores en las fincas de cacao es parte de la vida diaria. En los dos principales países productores, Costa de Marfil y Ghana, 1,5 millones de niños y niñas están trabajando en la producción de cacao, utilizando herramientas peligrosas, expuestos a plaguicidas nocivos, transportando cargas pesadas o utilizando fuego para limpiar la maleza. Según un estudio reciente en ambos países, más del 40% de los menores dijeron sentirse muy cansados o incluso agotados debido al trabajo en las fincas de cacao, y un tercio de los niños y niñas sufría mucho dolor, una cuarta parte se sentían muy enfermos.

Una realidad que, además, está lejos de cambiar ya que de los compromisos voluntarios adoptados por las empresas del sector para disminuir el trabajo infantil en las dos últimas décadas, no se ha cumplido ninguno.

El caso del cacao no es, desde luego, el único en el que hay trabajo de niños y niñas. La agricultura es el sector en el que hay un mayor número de menores trabajando. Según el último informe de la la Organización Internacional del Trabajo y UNICEF:

De los 160 millones de niños y niñas que trabajan, el 70% lo hacen en la agricultura.

Esto significa que detrás de muchos de los productos que consumimos de manera cotidiana (café, chocolate, azúcar, cereales, artículos textiles de algodón…) hay explotación laboral de niños y niñas.

Los consumidores y consumidoras podemos optar por productos de Comercio Justo ya que uno de sus principios esenciales es la ausencia de explotación laboral infantil.

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