Los feminismos y la economía solidaria vienen construyendo perspectivas analíticas, respuestas y propuestas en un escenario de avance de la digitalización. Ahora bien, ¿de qué manera pueden utilizarse las tecnologías digitales para hacer frente tanto a la crisis ecológica y a la necesidad de una mejor planificación pública-comunitaria? ¿Qué aprendizajes mutuos pueden compartir los movimientos feministas, ecologistas y de la economía solidaria en el terreno de las disputas por los derechos digitales?

Este artículo se inspira y retoma el trabajo de las investigadoras Anastasia Kavada, Tina Askanius, Anne Kaun, Alice Mattoni y Julie Uldam, quienes nos proponen “Atar a Goliat” y desarrollar “estrategias activistas para afrontar y aprovechar el poder digital”.

Su estudio recupera una genealogía del uso de plataformas de redes sociales por parte de distintos movimientos sociales. Sin embargo, la creciente captura de estas plataformas por parte del capitalismo y los gobiernos autoritarios ha supuesto la multiplicación de prácticas de vigilancia sobre la ciudadanía y la persecución de activistas a través de la recopilación masiva de datos. Retomamos aquí la noción que aporta Shoshana Zuboff, La era del capitalismo de la vigilancia, desde la cual se puede dimensionar el empaquetamiento de grandes cantidades de datos para la creación de mercados futuros conductuales que puedan predecir los comportamientos de usuarios y ampliar los espacios de generación de ganancias.

Las investigadoras señalan con preocupación cómo las distintas expresiones de la ultraderecha han sido muy capaces para utilizar una amplia gama de plataformas, adaptando su tono y combinando lo alternativo con lo dominante. Y nos invitan a revisitar la tipología de Dieter Rucht en torno a las estrategias de comunicación simbolizadas en una cuádruple A (abstención, ataque, alternativas, adaptación); estas estrategias (que tienen eco de los debates generados a partir del libro de Erik Olin Wright, How to be an anti-capitalist in the 21st century) podrían abrir nuevas claves para pensar las luchas anticapitalistas en el terreno digital.

Entre la abstención y el escape al capitalismo

Una estrategia que propone rehuir por completo de las redes sociales dominantes como forma de protesta y protección frente a sus modelos de negocio y vigilancia pareciera prácticamente imposible si pensamos, por ejemplo, en causas políticas en las que se busca movilizar un número importante de personas. Sin embargo, en los casos en los que resulta clave preservar la exposición pública, como en casos de ataques de odio (hate speach), violencia en línea y troleo a referentes políticas y defensoras, es importante crear herramientas de abordaje y derivar la comunicación a través de medios pertenecientes a los movimientos sociales.

Y así ocurrió en 2021, en plena distopía pandémica, cuando se organizó el VII Congreso de Economía Feminista en Bilbao bajo el lema “Bizitzaren saregileak: redes feministas para agitar las bases de la economía”. Un congreso proyectado como presencial que, en tiempo récord, tuvo que readaptarse para poder realizarse en streaming y en el que se apostó por utilizar un servidor propio de REAS Euskadi y distintas herramientas de software libre (jitsi, big blue bottom…) para evitar que los datos de las más de 500 participantes pudieran ser utilizados con fines comerciales. Sin embargo, la virtualización del congreso supuso una mayor vulnerabilidad a los ataques de odio coordinados que ya empezaban a ser “tendencia” en espacios virtuales de debate y reflexión feminista.

La colectiva feminista Luchadoras de México presenta una tipología de 13 formas de violencia contra las mujeres relacionada con las tecnologías en la que destacan que estos actos “causan daños sicológicos y emocionales, refuerzan los prejuicios, dañan la reputación, causan pérdidas económicas, obstaculizan nuestra participación en la vida pública y pueden propiciar otras formas de violencia física o sexual”. A partir de este análisis han generado herramientas para identificar los modos y las formas en que se expresa. Otro ejemplo es el protocolo interno ante agresiones de Pikara Magazine, que incorpora estrategias y acciones para una mayor seguridad en Internet, entre ellas, el manual de seguridad digital ‘Kit de herramientas para una internet feminista’; una investigación de Larissa Saud realizada para ArsGames. Entre la abstención y el escape, se pueden construir atajos.

Demoler el capitalismo

Entre las estrategias denominadas de demolición, la propuesta de Kavada, Askanius, Kaun, Mattoni y Uldam recupera las acciones realizadas por los grupos ecologistas que hacen campaña para que las empresas reformen sus prácticas empresariales o se genere una normativa que regule su funcionamiento. Las estrategias de ataque incluyen “acciones antimonopolio, así como campañas de derechos digitales que atacan el uso indebido o la apropiación de datos por parte de empresas y gobiernos nacionales”. Entre numerosos ejemplos podemos citar los creados al calor de las crisis económicas, como el nacimiento de Indymedia Argentina, un “proyecto colectivo de comunicación popular” que lleva más de 20 años generando información sobre los movimientos sociales. Frente al negacionismo climático, las campañas contra la desinformación han sido uno de los ejes de estas propuestas.

Desde el activismo por la justicia digital feminista, se ha advertido sobre el impulso que han cobrado las estrategias de pinkwashing en las empresas digitales transnacionales, a través de la incorporación de componentes de “inclusión digital” de mujeres en proyectos dominados por alianzas público-privado y por la captura corporativa.

Por otro lado, distintas iniciativas colectivas transnacionales han cuestionado la concentración del poder digital y han interpelado las prácticas dominantes generando contranarrativas. Entre ellas, está la creación conjunta de los Principios Feministas para Internet (2014), el Manifiesto por la Justicia Digital (2019) y la Declaración de Justicia Digital Feminista (2023).

Alternativas y formas de erosionar el capitalismo racista y patriarcal

Una estrategia centrada en las alternativas se enfoca en la “construcción de plataformas propias donde puedan trabajar en red y difundir información alternativa al público (…) que funcionan diseñadas por defensores del software libre y de código abierto (FOSS)”. Sin embargo, estas tácticas resultan limitadas hasta que estas redes no alcancen a un público más amplio.

Entre las experiencias que ya existen encontramos iniciativas de la economía solidaria: unas enfocadas en el hacer y otras en el cómo garantizar ese hacer cooperativo en la llamada gig economy. Entre las primeras, un grupo de mujeres y personas del colectivo LGBTIQA+ de Brasil fundaron la cooperativa Senhoritas Courier para realizar entregas en bicicleta en la ciudad de Sao Paulo. Para ello, lanzaron en 2024 una plataforma propia, desarrollada en conjunto con el Núcleo de Tecnologia do MTST (Movimento dos Trabalhadores sem Teto) y con la Universidade de Campinas. Destaca también el proyecto Social Law Project en Sudáfrica, que organiza a 60 trabajadoras del hogar en torno a una plataforma digital llamada “We Care”, gestionada por y para ellas.

Entre las entidades de economía solidaria que garantizan ese hacer, nos parece clave el rol de aquellas que están apoyando el diseño de nuevas infraestructuras digitales, apostando por marcos protectorios de derechos y por sostener cadenas de valor que enlazan saberes basados en principios cooperativos y solidarios. Una iniciativa sería Astindu Koop, cooperativa miembro de REAS Euskadi que se propone como alternativa a las plataformas digitales, con una estructura de propiedad compartida y democrática que busca generar condiciones dignas de trabajo. O la experiencia de la cooperativa argentina Factorial, cuyo trabajo en red ha permitido conectar distintas experiencias de economía social y solidaria a través de la provisión de herramientas de planificación económica, financiera, asesoría contable, capacitaciones, investigación, comunicación y diseño.

Adaptarse y tratar de domar el capitalismo

Entre las estrategias para domar al capitalismo, las autoras de “Atar a Goliar” rastrean las acciones por las causas ecológicas, desde adaptarse a “las reglas de las plataformas corporativas y aprovechar su poder para aumentar la visibilidad”. En el caso de la visibilización de alternativas, en Brasil se ha creado un mapeo de iniciativas y herramientas para pelear por los derechos de trabajadoras y trabajadores a través del Observatorio de Cooperativismo de Plataforma.

Desde el colectivo feminista ¿De quién es el conocimiento? se lleva adelante proyecto Descolonizando Wikipedia, que busca intervenir en las lógicas que organizan el conocimiento en internet. La Unión de Youtubers (YTU, por sus siglas en inglés), creada en 2018 para desafiar los cambios que la empresa había incorporado a la plataforma, es un ejemplo de organización colectiva frente a dinámicas extractivistas de tiempo, trabajo y datos.

Como pudimos ver a lo largo de estas estrategias, la importancia de construir diálogos y puentes es una de las instancias clave para potenciar estas iniciativas. Uno de estos puentes se construyó en marzo de 2023 en Barcelona: el congreso de economía feminista tuvo como eje la economía digital, convocando a abrir el debate, pero también la “confluencia, contraste y cocreación de las múltiples combinatorias alrededor de la transformación económica, los feminismos y la digitalización, tal y como escribió Mayo Fuster Morell en su artículo para el monográfico sobre el congreso que publicó Pikara Magazine.

Debemos continuar entretejiendo saberes, compartiendo estrategias y articulando respuestas conjuntas que nos permitan abrir, cada vez, más brechas al capitalismo desde el espacio digital.