Para darle la vuelta al consumo y convertirlo en un arma de transformación masiva, la trazabilidad es una buena aliada.
¿Qué significa trazabilidad? Es la capacidad de reproducir la historia de un producto. Volver sobre sus pasos y tener información de todo el proceso, desde el cultivo, producción, almacenamiento y su recorrido hasta llegar a tus manos.
¿Qué puede tener que ver la historia del producto con transformar su consumo? El consumo al que estamos acostumbradas es precisamente un consumo que no tiene contexto ni origen: no tiene caras ni nombres de productoras. El consumo de hoy se centra en la consumidora, lo que permite que nos sintamos merecedoras pero no responsables.
¿Tenemos derecho a comprar cualquier cosa que esté en nuestras manos y en nuestro alcance económico? Legalmente sí, pero qué ocurre con aquellos productos que van contra principios fundamentales como el derecho a una vida digno, a la protección y cuidado del medio ambiente, la reducción y eliminación del plástico, etc.
¿Cómo logramos saber si un producto es coherente con nuestros valores y nuestra ética? A través de la trazabilidad.
Conocer la historia del producto, también es conocer su carácter: si tiene sensibilidad ambiental, si tiene principios sociales y si es un producto de proximidad, su impacto en nuestro territorio.
Con trazabilidad podemos:
Escoger comprar productos de proximidad y así, empoderar el territorio en el que vivimos.
Comprar productos de proximidad y así reforzar la optimización de recursos cercanos y fortalecer la diversidad de productos que ofrece nuestro territorio.
Con trazabilidad podemos comprar productos de proximidad y así rompimos la cadena de dependencia con países de otros continentes, a menudo innecesaria, y por supuesto reduciendo el impacto ambiental.
Si bien es cierto que la trazabilidad alimentaria es la más conocida, es necesario que empecemos a pedir trazabilidad en totallo que compramos.
En el caso de la ropa, electrodomésticos o dispositivos móviles, por ejemplo, hay camino a recorrer. Las marcas a menudo se dan por satisfechas hablando del diseño y la producción. Difícilmente informan del origen de las materias primas o de su recorrido hasta obtenerlas.
Hemos tenido presente que son muchas décadas de no dar importancia a la trazabilidad, y por tanto también es fácil que encontremos productoras que a pesar de querer rehacer la historia de sus productos, tengan series dificultades en conseguirlo sobre todo en las fases iniciales de estas materias (del cultivo a la venta).
Así pues, desde la curiosidad y el respeto, como consumidoras tenemos una tarea: preguntar y abrir debate con las productoras o marcas vamos a consumir, para saber la historia del producto, de la productora, y en su caso ir pasando la pelota en camino de la trazabilidad para que todos los agentes tomen parte y se hagan visibles.
En el mercado actual dicen que «el cliente manda». Por tanto, si conjuntamente hacemos fuerza para pedir productos locales (o lo más cercanos posibles), responsables y comprometidos, no les quedará otro que hacer los deberes, ¿no te parece?