Hace unas semanas escribía el secretario de Asedas, una de las patronales de supermercados en España, un artículo en el que desmentía el papel de estas empresas en la definición de precios en la alimentación, dejando claro que no son un oligopolio. Entre sus argumentos estaban que su cuota de mercado no es tan representativa, que compiten con muchas otras empresas, y que España es un país exportador, por lo que es imposible que ellos puedan influenciar en los precios. Habría que preguntarle a las personas que trabajan en el campo o la ganadería qué piensan de estas palabras.

En España sólo once empresas controlan más del 75% del mercado total de la alimentación. Se trata de nueve grandes grupos de supermercados y tres centrales de compra que agrupan a supermercados regionales y cash&carry. Solo una de ellas, Mercadona, controla alrededor del 20% del total.

Estas son cifras aproximadas basadas en su facturación, que abarca diferentes canales de venta, principalmente las tiendas físicas, pero también la venta online, cada vez más controlada por estas empresas que ganan cuota de mercado año a año, compran pure players o se alían con Amazon (es el caso de DÍA). Además, el canal Horeca (restaurantes y hoteles) y hasta las instituciones públicas se abastecen principalmente de ellas, y en los últimos años han irrumpido con el servicio de comida “Lista para llevar”. Es decir, abarcan todo el mercado.

A todo esto hay que sumar que al menos cuatro de estos grandes supermercados (Alcampo, Carrefour, Lidl y Aldi) disponen en España de empresas creadas para realizar grandes compras de productos, principalmente fruta y verdura, para sus supermercados españoles, europeos o del resto del mundo. A su vez, otros grandes supermercados europeos hacen lo mismo importando el género de nuestro país.

El impacto de estas once empresas no es que sea importante, es que ellas conforman el sistema alimentario, junto con la gran industria agrícola, ganadera y de transformación

El impacto de estas once empresas no es que sea importante, es que ellas conforman el sistema alimentario, junto con la gran industria agrícola, ganadera y de transformación. Definen los precios, lo que se produce y cómo se produce, influyen en la legislación y promueven un modelo que representa el mayor impacto ecológico mundial a todos los niveles.

La alimentación es uno de los grandes temas de nuestro tiempo, a nivel económico, social y ambiental. Por eso no debe sorprendernos a quiénes hacemos ricos cada vez que pasamos por caja en alguno de los supermercados citados. Son siempre los mismos, el 1%.

En el accionariado de Carrefour, Alcampo, Lidl y Aldi aparecen cuatro de las familias más ricas de Europa, junto con fondos de inversión como Blackrock, como es el caso de Carrefour

En el accionariado de Carrefour, Alcampo, Lidl y Aldi aparecen cuatro de las familias más ricas de Europa, junto con fondos de inversión como Blackrock, como es el caso de Carrefour. Una de las familias más ricas de España controla Mercadona, y otra familia rica, junto con un jeque catarí y otros inversores, controlan los supermercados de El Corte Inglés. Mientras, unos oligarcas rusos controlan DÍA.

Existen dos excepciones, Consum y Eroski, que son cooperativas, aunque en el caso de la distribuidora vasca es una unión de sociedades de diferente realidad jurídica y distinta composición accionarial, desde una cooperativa en Euskadi, hasta empresas como Caprabo e inversores como Daniel Kretínsky, multimillonario checo dueño del 50% de las tiendas en Cataluña y Baleares.

En realidad, el problema con la alimentación es quién la controla. Quién decide qué es prioritario, la salud de las personas y los ecosistemas, o ganar más dinero. Remunerar de manera justa y digna como hace el comercio justo, o aumentar tu cuota de mercado. Parte de este poder se juega en las administraciones públicas, quienes influyen y regulan el mercado con subvenciones y leyes. Históricamente han promovido este modelo insostenible, va siendo hora de sumar fuerzas para cambiar sus políticas.

Pero el resto del poder está en nuestra compra. Por eso hay gente que hemos creado nuestros propios supermercados con una filosofía basada en la economía solidaria. Sin ánimo de lucro, con precios justos y apostando por productos locales y ecológicos. Somos supermercados cooperativos que ponemos en marcha un servicio a la ciudadanía donde decidimos en común qué queremos consumir. Y los resultados son muy diferentes, puedes leerlos en nuestra web.

Demostramos que cuando nadie se lucra, los valores están por encima del beneficio económico. Y que cuantos más seamos, más podremos conseguir. La próxima vez que pases por caja acuérdate, ahora puedes elegir quién es el propietario o propietaria de tu supermercado.